Chaves-Verín: una historia común
La interrelación humana en este territorio se remonta al
Neolítico, continuando durante la Edad del Bronce y la época
castreña en que los Tamagani eran el pueblo que se asentaba en
las riberas del Támega. Durante la romanización surgen las
villae como Verín y en el entorno de las Caldas, el emperador
Flavio Vespasiano funda en el año 78 d. C. el municipio de
Aquaflaviae, origen de Chaves.
La ocupación sueva trajo en el año 462, la ruina para esta
zona, causando la prisión de Idacio, obispo de Flavias.
Siglos después (716), serían los árabes quienes ocupasen
estas tierras a inicios del siglo VIII. Las guerras de
reconquista traerían inestabilidad, miseria y emigraciones,
siendo Alfonso I de León quien primero las recuperase del
dominio musulmán. Pero no sería hasta el año 878 en que
definitivamente se llevase a cabo la repoblación del valle
del Támega y de la ciudad de Chaves de la mano de Odoario
en nombre de Alfonso III. En el año 921 Ordoño II de León
visita la zona, acompañado del conde Gutier, padre de San
Rosendo, fundador del monasterio de Celanova. Este cenobio
recibiría en años posteriores numerosas donaciones en la
comarca verinense y en las tierras de Chaves.
En el año 931 ya aparece documentado el nombre de Verín
y comienzan los pleitos entre las sedes obispales de
Ourense y Braga por diversos territorios fronterizos.
El casamiento de Teresa, hija de Alfonso VI, con
Henrique de Borgoña le aportaría numerosas tierras en
la zona fronteriza incluida la ciudad de Chaves. En
este tiempo Teresa haría varias donaciones a la sede
bracarense como el Couto de Ervededo. En 1127, el rey
Alfonso VII invadiría estos territorios sometiendo a
Teresa y devolviéndole sus posesiones a Celanova. Un
año después, el hijo de Teresa, Afonso Henriques va a
combatir a su madre venciendo a sus tropas y tomando
posesión de sus tierras. En 1134, Alfonso VII vuelve a
ocupar las tierras flavienses, dejándolas bajo la
tutela de los Fernán Méndez, señores de Bragança.
En 1145, Verín recibe carta de foro del monasterio
de Celanova para favorecer su repoblación. Este
foral sería validado nuevamente en el año 1328. Los
pleitos por tierras fronterizas entre las diócesis
de Braga y Ourense tienen su punto álgido en el
encuentro que los reyes Fernando II y Afonso
Henriques de Portugal celebraron en las
proximidades de Verín con presencia del obispo de
Ourense y tres canónigos bracarenses, poniendo así
fin a los pleitos. La frontera se estabiliza y en
1274 se termina y repuebla el castillo de Monterrei
como garante de los nuevos límites.
En el año 1258, el rey Afonso III le concede a
Chaves carta de foro que sería renovada en 1350
por Afonso IV. Con Chaves bajo poder regio se
va a producir la crisis dinástica de 1383 que
llevó al alcalde de Chaves a tomar partido por
Castilla. El rey Juan I reconquistaría la plaza
de mano del condestable Nuno Álvares Pereira a
quien le fue donada la villa. Esta fue incluida
como dote de su hija Beatriz que al casarse con
don Afonso, hijo ilegítimo de João I, harían de
Chaves una posesión de la casa de Bragança
donde vivieron y murieron ambos.
A finales de la Edad Media, Chaves y
Monterrei son villas importantes y
compartían las rutas jacobeas. En ambos
lugares y por escaso margen de años van a
instalarse impresores que trabajando en
ambos lugares van a dar a luz dos joyas
bibliográficas como el Sacramental de
Chaves en 1488 y el Misal Auriense en 1494.
A comienzos del siglo XVI, Chaves recibiría
de don Manuel, un nuevo foro confirmando
los anteriores.
Los años que ocupan la Edad Moderna,
van a ser de continuos enfrentamientos
fronterizos en el Valle con ocupación
de lugares y plazas por ambos lados. No
sería hasta la invasión napoleónica que
las fuerzas de uno y otro lado de la
frontera se uniesen contra el enemigo
común.
Las convulsas guerras civiles de
los siglos XVIII y XIX en Galicia y
Portugal, llevarían a numerosos
refugiados e intrigantes, a uno y
otro lado de la frontera en busca
de apoyos. Una de las últimas
incursiones desde Galicia sería la
del monárquico Paiva Couceiro en
1912. En el año 1929, la villa de
Chaves fue elevada al rango de
ciudad al convertirse por población
y dinamismo en un importante centro
urbano.
La
frontera
La frontera recibe
popularmente en ambos lados
y desde tiempos
inmemoriales, el nombre de
“Raia”, constituyendo uno
de los aspectos más
definitorios de la zona al
no existir apenas grandes
accidentes geográficos que
la delimiten. Este aspecto,
marcaría desde antiguo las
características económicas
y sociales de la zona y de
los habitantes de uno y de
otro lado. Como forzada
frontera geográfica, partió
al mismo Valle del Támega
en dos y fue motivo de
amores, odios y
solidaridades diversas. La
actual política comunitaria
de eliminación de las
fronteras ha reavivado
proyectos económicos,
culturales y sociales,
latentes desde siempre a
pesar de las ignominiosas
guerras que avivaron
enfrentamientos seculares
hoy felizmente superados.
Los aspectos comerciales,
incluido el clandestino
contrabando, fueron los que
en los últimos años han
caracterizado las
relaciones interfronterizas
a los ojos de mucha
gente.
Desde antaño, las
relaciones sociales
entre los pueblos de la
“raia”, se manifestaban
primordialmente en la
asistencia a los
oficios religiosos de
uno y de otro lado, en
los matrimonios mixtos,
en el intercambio o
venta de diversas
mercancías y en la
asistencia sanitaria y
ayuda mutua en caso de
catástrofes. Las
manifestaciones de
solidaridad con los
huidos y exiliados en
tiempos de represión y
de persecución
política, son también
una inolvidable
contribución que merece
destacarse para ejemplo
de muchos. Las
numerosas variaciones
de la frontera
geográfica tienen, en
gran medida, coadyuvado
a esta interrelación.
Tan «arraianos» son los
de aquí como los del
otro lado y esta
palabra que aún no hace
mucho tiempo era usada
en tono peyorativo
(raiotos), se convierte
hoy en sinónimo de
identificación y motivo
de honra para las
gentes de esta amplia
zona
galaico-portuguesa. La
raya fronteriza, como
se puede comprobar por
los documentos, es casi
una concepción moderna,
apurada por las
consecuencias de las
guerras, pero siempre
fue una frontera viva
donde las costumbres,
recursos, cultura y
población crearon una
inherente
intercomunicación y
solidaridad que tiene
su origen en lo más
profundo de la
historia.